Cuan fácil es quejarnos por “X” o “Y” situación que se nos presenta a diario; cuan fácil es “juzgar” a nuestro vecino o al compañero de viaje en el servicio público; cuan sencillo resulta criticar al “gobierno” por lo malo que nos pasó o por lo que no pasa; pero… ¿realmente hemos pensado alguna vez que podemos ser parte de la solución y no solo ser “entes” pasivos por lo que sucede a nuestro alrededor?; o peor aún ¿alguna vez intentamos ser parte de la solución y nos vimos frustrados porque no hubo el espacio adecuado para que nuestras propuestas, ideas o propósitos si quiera fueran escuchados y terminamos envueltos en una situación incomoda y desalentadora?
Personalmente, muchas veces me limité al opinar y participar por la sensación que “una sola voz” no haría ninguna diferencia, pero que me implicaría un esfuerzo, un desgaste y hasta muchas críticas, para que al final “los mismos hicieran lo mismo”. Sin embargo mi mentalidad ha cambiado y me he dado cuenta que ese es el gran problema de nuestra sociedad, que nos hemos rendido a los caprichos de algunos, hemos cedido el espacio que como ciudadanos nos compete y lo más triste, no solo nos compete, sino al cual tenemos derecho y DEBER de asumir.
Ahora la gran pregunta es ¿cómo lograr que nuestra voz sea escuchada, que no nos quedemos solos frente a diferentes situaciones, sino que podamos realmente ser agentes de cambio? Creo que la respuesta está en primeramente entender que es nuestra responsabilidad tomar la iniciativa y no simplemente esperar a que otros den el paso para poder criticarles. Pero de la misma manera entender que definitivamente solos será muy complicado lograr cambios efectivos en nuestro entorno; y es aquí donde un término tal vez mal entendido o mal utilizado (no lo tengo claro) debe entrar en escena y es: Participación Ciudadana.
La idea no es simplemente asistir a unos encuentros estructurados y organizados por alguien más (sea gobierno, asociaciones, vecinos, etc), sino poder encontrar “pares” que compartan la visión de “ser ciudadanos responsables”, para poder empezar a discutir el o los problemas, conocer los puntos de vista de los demás (no olvidemos que las monedas tienen dos caras), buscar cómo poder articular y hacer eco de lo planteado y en conjunto buscar soluciones.
Precisamente creo que el mayor inconveniente no es solo lograr reunir a las personas, para que traten de estructurar y buscar soluciones en conjunto (aunque esto ya es bien difícil), sino en lograr que los puntos tratados, las soluciones planteadas y los acuerdos establecidos trasciendan y no se queden en buenas intenciones, que estas opciones se articulen y lleguen a las instancias adecuadas donde se puedan implementar o consolidar; y si fuera el caso y esa instancia superior se hiciera la de “los oídos sordos” (que alguna vez pasa en nuestra amada nación), se pudiera como grupo sólido y estructurado poder presentar la acciones a que hubiera lugar para no traicionar el espíritu de esa participación ciudadana.
Este es un camino largo, y mucho se puede plantear y discutir sobre la forma misma de desarrollar esta idea; pero no es mi intención en este momento generar un debate “técnico procedimental”, sino despertar la conciencia de cada uno, despertar el interés por mi vecino, por mi compañero de trabajo; incluso por aquél que me está generando alguna incomodidad o molestia; pues cuando empecemos a comportarnos como ciudadanos que asumen su responsabilidad de “ocupar un espacio en esta ciudad”, entonces podremos ir encontrando en el camino estos espacios que nos permitirán construir en vez de solo criticar y quejarnos por lo que nos rodea.
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